jueves, 30 de enero de 2014

¿Son útiles las Ciencias Modernas?


“Lo que es verdadero aquí de toda ciencia lo es igualmente para todo arte, en tanto que éste pueda tener un valor propiamente simbólico que lo haga apto para suministrar “soportes” para la meditación, y también en tanto que sus reglas son, como las leyes cuyo conocimiento es el objeto de las Ciencias, reflejos y aplicaciones de los principios fundamentales; así hay, en toda civilización normal, “artes tradicionales”, que no son menos desconocidas de los occidentales modernos que las “Ciencias tradicionales”. 

La Crisis del Mundo Moderno. René Guénon
Capitulo IV Ciencia Sagrada y Ciencia Profana

El punto señala con énfasis la necesidad de objeto que debiera tener la Ciencia. ¿Cuál es éste además de la utilidad practica a que está orientado?
Bien podría preguntarse el científico ¿qué otra necesidad de objeto puede tener la Ciencia que no sea la funcionalidad en el marco de suplir las necesidades comunes de la humanidad?, por lo que se le respondería:

La búsqueda del conocimiento verdadero no puede diseccionarse del objeto, de la causa de esa búsqueda, lo que le dará un camino a seguir que no será distinto a su fin. Si la causa es egoísta, vana, orgullosa, el camino será igual.

¿A dónde nos llevaría un camino con esas características?


Bien diferenciada tenía René Guénon a la “Ciencia Tradicional” de la “Profana”, y es porque, mientras una hace del conocimiento un fin en sí mismo, dado que el conocer es iluminarse, la otra difiere de hecho en esto, dándole al conocimiento un uso, “usándolo “, a manera de herramienta, que trabaja para lograr algo, convirtiéndolo en un medio, sin importar los fines, y generando una utilización desligada del  orden universal.
Lo mismo puede notarse, si se pone atención, en el caso de la relación entre el hombre y el trabajo. Este ultimo no existe por una gratificación propia sino, y muy al contrario, como medio de gratificación. No surge como inventiva y creatividad renovada, como espontaneidad vivida, sino como repetición constante, a la cual se le huye, se le escapa inconscientemente, siendo la actividad diaria una evasiva interminable, una búsqueda insaciable del fruto y del alivio.

No es casual que el conocimiento sea tomado de la misma forma en que se toma al trabajo. Ambos marchan de la mano pues son agentes de alienación del Hombre, profanados bajo un concepto liberalista, que en realidad determina el esclavismo. Marx decía: “El trabajador se relaciona con el producto de su trabajo como con un objeto extraño”, y a esto puede agregársele: El fruto que el trabajo le ofrece al trabajador es “más trabajo”, asimismo, el fruto que le ofrece el conocimiento al científico es “más conocimiento”, pero nunca, jamás, liberación!.

 A propósito Montaigne exclama:“¿Quien no dirá que las glosas aumentan las dudas y la ignorancia, pues no se ve ningún libro, humano o Divino en que la interpretación extinga la dificultad? El centésimo comentador transmítelo al siguiente más espinoso y escabroso que lo encontró el primero. ¿Cuándo hemos convenido en que acerca de un libro no hay mas nada que decir?”…. y por mas que nos quejemos, es así la historia; vano conocimiento; vana esperanza!; porque todo lo que es buscado con el afán de llegar a algo, todo lo que es alcanzado para perseguir algo mas, todo lo que es buscado para acercarnos a otra cosa, no dará como resultado, otro efecto que no sea la creación de un nuevo deseo, la prolongación de un camino que se alarga a medida que aumentamos la ansiedad de terminarlo.

 Volviendo a la distinción entre “tradicional” y “profana” de una Ciencia que, hoy día, posee una relación amistosa con la industria, espejando de este modo un vacío en el conocimiento verdadero, y dándole lugar a la búsqueda de una aplicación practica, decíamos, volviendo a esta distinción,  se acrecienta en nuestro horizonte la diferencia de la naturaleza entre una y otra, marchando la primera con una brújula Divina, al paso de que la otra se festeja a sí misma colocándose como puntal y guía sin apercibirse de que:

 “Es así como la Ciencia moderna se edifica con ayuda de los desechos de las Ciencias antiguas, con los materiales rechazados por estas y abandonados a los ignorantes y a los profanos”
                           
La Crisis del Mundo Moderno. René Guénon
Capitulo IV Ciencia Sagrada y Ciencia Profana

 Pues, la aclaración de Guénon no es precisamente escandalosa, si se percata uno del ejemplo coherente que el autor presenta a esta controversia, veámoslo:

 “Así es como, por ejemplo, es falso decir, según se hace habitualmente, que la astrología y la alquimia se han convertido respectivamente en la astronomía y la química modernas, aunque haya en esta opinión una cierta parte de verdad desde el punto de vista simplemente histórico, parte de verdad que es precisamente la que nosotros acabamos de indicar: si las últimas de estas ciencias proceden en efecto de las primeras en un cierto sentido, no es en absoluto por “evolución” o “progreso” como se pretende, sino, por el contrario, por degeneración; y esto reclama todavía algunas explicaciones.

Hay que hacer notar, primeramente, que la atribución de significaciones distintas a los términos de “astrología” y de “astronomía” es relativamente reciente; entre los griegos, estas dos palabras eran empleadas indistintamente para designar todo el conjunto de aquello a lo que una y otra se aplican en la actualidad. Parece pues, a primera vista, que se trata también en este caso de una de esas divisiones por “especialización” que han sido establecidas entre lo que, primitivamente, no eran sino partes de una ciencia única; pero lo que aquí hay de particular es que, mientras que una de esas partes, la que representaba el lado más material de la ciencia en cuestión, tomaba un desarrollo independiente, la otra parte, por contra, desaparecía por completo. Esto es hasta tal punto verdad que ya hoy no se sabe lo que podía ser la antigua astrología, y que aquellos mismos que han intentado reconstituirla no han llegado sino a verdaderas falsificaciones, sea queriendo hacer de ella el equivalente de una ciencia experimental moderna, con intervención de la estadística y del cálculo de probabilidades, lo que procede de un punto de vista que de ninguna manera podía ser el de la Antigüedad o la Edad Media, sea aplicándose exclusivamente a restaurar un “arte adivinatoria” que no fue apenas más que una desviación de la astrología en vías de desaparición y en el que se podía ver todo lo más una aplicación muy inferior y bastante poco digna de consideración, como es posible constatarlo aún en las civilizaciones orientales.

 El caso de la química es quizá todavía más claro y más característico; y, por lo que se refiere a la ignorancia de los modernos respecto a la alquimia, es por lo menos tan grande como la que tienen respecto a la astrología. La verdadera alquimia era esencialmente una ciencia de orden cosmológico y, al mismo tiempo era también aplicable al orden humano, en virtud de la analogía del “macrocosmos” y el “microcosmos”, además, estaba constituida expresamente con vistas a permitir una transposición al dominio puramente espiritual, que confería a sus enseñanzas un valor simbólico y una significación superior, y que hacía de ella uno de los tipos más completos de la “ciencias tradicionales”. Lo que ha dado nacimiento a la química moderna, no es en modo alguno esta alquimia con la que no guarda la menor relación; es una deformación de ella, una desviación en el sentido más riguroso de la palabra, desviación a la cual da lugar, quizá desde la Edad Media, la incomprensión de algunos, que, incapaces de penetrar el verdadero sentido de los símbolos, lo han tomado todo al pie de la letra, y, creyendo que en todo esto no se trataba más que de operaciones materiales, se lanzaron a una experimentación más o menos desordenada. Es a éstos a quienes los alquimistas califican irónicamente de “sopladores” y de “quemadores de carbón”, y que fueron los verdaderos precursores de los químicos actuales.”

La Crisis del Mundo Moderno. René Guénon         
Capitulo IV Ciencia Sagrada y Ciencia Profana



Con estos ejemplos bastará para comprender el desarraigo natural que hoy por hoy poseen las Ciencias, endurecidas hasta el punto de perder el objeto. Por cierto, ¿Cuál es este? ¡La comodidad tal vez? ¿Lograr comodidad en el estilo de vida del Ser Humano?
Ahora bien, sin condenar esto ultimo, sino teniendo la mirada colocada en un discernimiento saludable, podría preguntarse ¿A costa de qué esta  “comodidad”?

Es innegable que el estilo de vida ha mejorado y que además, el esfuerzo físico ha aminorado, pero aun así, con esto, considerado como punto a favor, podríamos hacernos el siguiente cuestionamiento ¿Se ha suplantado el esfuerzo físico por el mental?

Si la respuesta le resulta afirmativa al lector, tampoco podrá negar que el esfuerzo mental, relacionado con el pensamiento, hace que el hombre dependa de este último para vivir. Si consideramos que el pensamiento es como un programa que se deja correr y que no participa de la inventiva del Ser, sino que recurre a una memoria que lo vuelve repetitivo, podríamos preguntarnos, ¿Hasta qué punto esta repetición constante nos vuelve esclavos? ¿Y hasta que punto esta Ciencia que nos ofrece libertad con respecto al trabajo físico, no nos esclaviza mentalmente?

¿Podría entonces considerarse una lógica relación proporcional entre la comodidad física y el esfuerzo mental?

Hoy día la civilización exclama: ¡Comodidad al cuerpo! Y el sistema lo ofrece gracias a una Ciencia que ha ayudado a realizar el prodigio; más la civilización también pide: ¡Descanso a la mente!¡Demasiado estrés!

Se podría decir a todo esto que la Ciencia ha dado un servicio a la humanidad, le ha sido útil, aunque la pregunta que aquí podría surgir es ¿Con respecto a qué esa utilidad?, puesto que si la mente esta agotada, el aporte no ha sido completo y razón tendría Guénon en decir que las Ciencias actuales eran mas bien profanas que “Sagradas”, y que no le otorgan al conocimiento un sentido “anagógico” y superior, sino que su esencia era de un orden inferior, caracterizada por un “saber ignorante”.

Ésta es entonces la lectura que puede hacérsele al nuevo Dios del hombre, que bajo una apariencia tecnológica, superpone los valores morales del Ser, convirtiéndolo en una simple pieza o engranaje de un sistema que vive a costa, no ya de un esfuerzo físico, sino psicológico y mental.

Por lo tanto, volviendo a la pregunta principal ¿Son útiles las Ciencias actuales? Podría responderse que su importancia estará en la medida en que comprendamos su utilidad para conectarnos con lo Divino.

 La pregunta queda abierta entonces, pues no es de pasada como resolveremos el interrogante, aunque , sí hemos podido esbozar brevemente que la utilidad de la Ciencia es discutible hoy en día, tanto mas, si en la balanza se colocan pesos tan significativos como, nada mas ni nada menos, que el Espíritu.

Nathan Elías Olivar