jueves, 30 de enero de 2014

Sobre la Prohibición (El Origen del Deseo)


¿Qué sucede cuando prohibimos algo? ¿Qué sucede cuando ese algo quiere salir y no lo dejamos?

Es evidente que la prohibición genera presión sobre la psiquis, la obstruye de manera tal que ésta no puede ver por sí misma, dejando lugar a que comience a ver a través de esa obstrucción.

¿Qué es esta obstrucción?

Es lo que llamamos una “creencia”; el fenómeno que socialmente existe como medio de identificación hacia un grupo, tendencia o pensamiento por el cual las personas se reúnen en ideas comunes. ¿Qué son estas ideas?


Investiguemos a fondo esto último. Las ideas contenidas en un grupo, son la sumatoria de particularidades, de pensamientos singulares basados en una convicción acerca de algo. ¿Qué significa esa convicción? ¿No es acaso el pensar que se tiene la verdad? ¿No será aferrarse a una certidumbre en particular?

Pero la cuestión es que esta certidumbre está basada únicamente en el conocimiento del pasado que, no es más que el conocimiento de lo que ayer se pensó, el cual en ese ayer también se pensó en base al pasado y así sucesivamente, es decir, mi certidumbre es un reaseguro de lo que viví, por lo tanto es una forma de invertir en mi ignorancia, una forma de aumentar mi incertidumbre, aunque a ello lo llame erróneamente “certidumbre”.

Entonces ¿Qué es la creencia? ¿Será una forma de tapar lo verdadero en uno mismo, una manera de comprar la careta vendida en la sociedad, con los rasgos que más nos gustan para evadir lo que realmente somos?

“La creencia genera tan sólo resistencia, aislamiento, y donde hay aislamiento no puede haber serenidad. La serenidad adviene cuando comprendo todo el proceso de mí mismo, las diversas entidades que componen el “yo” y se hayan en conflicto una con otra. Como esa es una tarea ardua acudimos a otras personas para aprender diversos trucos que llamamos meditación. Los trucos de la mente no son meditación. La meditación es el principio del conocimiento propio”

Krishnamurti
Obras Completas Tomo VI El Origen del Conflicto

Hemos llegado al punto entonces de entender que la creencia, el aislamiento y la prohibición interna, que es la obstrucción generada a fin de no ver, se convierten en una misma cosa, pues funcionan como programaciones auto-creadas para evadirnos de nuestros miedos. A propósito ¿Cuáles son estos miedos?
Los miedos son fuerzas activas que se ponen en funcionamiento cuanto más aferrados a un grupo estemos, porque lo que une a los seres en este planeta no es el amor, sino el temor a estar solos con ellos mismos.

Por lo tanto esta prohibición interna trabaja no sólo de manera individual sino grupal, actuando como una venda común que no deja ver ni oír. La prohibición interna, se refleja entonces afuera con el sistema de creencias del grupo, el cual se aferra a ideas y a preconceptos que los diferencian de otros grupos, de ahí la afirmación y el acento que Krishnamurti hace en el aislamiento que produce la creencia, un aislamiento individual que posteriormente se traslada al grupo.

La censura propia trabaja entonces como motivante primero, es la  fuerza de arranque para las acciones que se realizan; porque el pensamiento es creado en base al preconcepto y al prejuicio de la censura, y actúa estimulado en su repetición de lo que cree un “debería ser” o “no debería ser”, ambas afirmaciones procedentes de su ignorancia.

Hay otro punto a considerar sobre el caso y es el siguiente: En el querer “llegar a ser”, reside un proceso de prohibición a aquello que no me permite “llegar a ser”. Por ejemplo, si yo quiero ser una persona espiritual “deberé” realizar meditaciones, porque si no lo hago no seré una persona espiritual. Aquí la prohibición está en la imposición de meditar; es decir me esta negado no hacerlo, porque de lo contrario no “llegaré” a ser una persona espiritual. Otro ejemplo podría ser la prohibición de comer. Me esta negado comer, y si como no llegare a ser flaco.

Ahora bien, esa prohibición auto-impuesta, trabaja de manera constrictiva, generando anhelos de salir de esa situación, deseos de no estar atrapado por la red del deber. Es entonces cuando surge el deseo, como una forma de escape psicológico, como un pedido de oxigeno de una psiquis que no resiste semejante compresión.

La compresión tiene una fuerza inversamente proporcional al deseo generado por la misma. Cuanto más constrictiva se encuentre la psiquis, mayor fuerza tendrán los deseos.

Por lo tanto, hay una barrera autoimpuesta, generada por el “debería ser”, que es, la proyección de la propia ignorancia, la cual contendrá a la fuerza del deseo hasta que ésta genere grietas en la barrera, por donde la energía acumulada pueda filtrarse.

Cabe aclarar aquí una cuestión para no generar falsas interpretaciones. Lo que estamos describiendo forma parte de un proceso natural que la mente humana está destinada a experimentar, por lo tanto estas barreras de las que hablamos no son en modo alguno, formas accidentales que la Divinidad colocase erróneamente en el mecanismo psicológico, son por el contrario poderosas contenciones de energía y andamios estructurados de acuerdo al nivel evolutivo de cada mente.

Tal vez, lo que nos sea dado aprender, es el arte de deshacernos por nosotros mismo de estas barreras, para que la energía contenida pueda fluir armónicamente y con mayor caudal mental.

Pero, y préstese atención a esto, no podemos derribar los muros auto-creados sin comprender las causas por las cuales los hemos levantado, porque toda tentativa para derribarlos, sólo será el fiel reflejo de una actitud evasiva que colocará un ladrillo más a lo que ya existe.

Por último, y a modo de resumen podría decirse que la prohibición o censura que nos hacemos inconscientemente, termina alienando el deseo original y lo transforma en algo aparentemente distinto. Pero esa apariencia es el camuflaje del deseo original, que hasta no ser descubierto continuará latiendo.

Y esta mutación del deseo original tiene una fuerte relación con la “vergüenza” y con la observación de la propia desnudez. Y por esto no es casual que la gente invierta tanto en comprarse ropa y en vestirse, porque esta es una actitud simbólica, es el camuflaje del que hablábamos representado en lo externo. El símbolo es pues revelador de lo que sucede esencialmente en el alma.

Nathan Elías Olivar