jueves, 30 de enero de 2014

Sobre la Disciplina

¿Puede la disciplina hacernos mejores? ¿Puede el control de nuestros actos modificarnos de alguna manera o es tan solo un mecanismo de auto-censura de lo que verdaderamente somos?

Somos seres instintivos, y de alguna forma esos instintos sirven de base a nuestro resguardo y a nuestra conservación como especie. Hemos heredado esos instintos de las diferentes especies animales que conocemos a tal punto que en algunos es marcada la similitud con ciertos rasgos faciales o corporales. En los signos del zodiaco tenemos también animales arquetipos que los representan, en las diferentes crónicas indígenas existen diversidad de animales que se tienen como agentes simbólicos de protección y buen augurio, como lo son el jaguar para los indios del amazonas o el águila para los indios de America del norte. Por lo tanto los animales nos han transferido sus instintos, sus formas de comportamiento y sus mecanismos de defensa y de ataque. El propio doctor Hamer, inventor de la nueva medicina germánica, utiliza dentro de su diagnóstico el pronóstico de diferentes actitudes instintivas que denuncian las patologías de cada individuo. Las situaciones como los conflictos de territorio, el miedo a morirse de hambre, el miedo a perder a una cria, conflictos de virilidad, de abandono, etc. Forman parte del mecanismo instintivo que dentro del cerebro se activan como programas de autoprotección.



Es evidente que, dentro de la vida humana, estas características generan socialmente un clima muy parecido al de una selva, donde cada cual lucha por su propio bienestar. Pero existe otra parte del cerebro que actúa de forma inversa, de modo tal que el inegoismo, el perdón, la afabilidad, la confianza, el pensar en el otro y la vulnerabilidad ante el mundo forman parte de un contrabalanceo que conflictua al ser humano entre su lado negativo (instintivo), y este último positivo(intuitivo), que lo acerca más al reino declarado por Jesús.

En base a esto, existen algunas actitudes que dentro de los seres humanos tendemos a tomar como son el querer disciplinarnos de alguna forma, el querer encauzarnos, direccionarnos, mantenernos en una línea, en donde el instinto no prevalezca. Pronto hacemos esto,, y nos disponemos a estar en línea aparecen un sinfín de tentaciones que tratan de azotarnos, un sinfín de situaciones que tratamos de hacer caso omiso para no caer en las garras de nuestro instinto.

Es entendible, queremos vernos como una rosa sin espinas. Lo curioso es que la rosa es rosa con espinas y no deja de serlo porque las tenga. Tratamos de obligarnos a no ser supuestamente algo que no queremos ver de nosotros mismos y escapamos de esa imagen como si fuese nuestra peor enemiga. Por ende tratamos de disciplinarnos y de convertirnos en lo que “supuestamente” creemos que es lo mejor para nosotros.

¿Qué sucedería si a esa imagen que veo tan negativa, esa parte de mi instinto que resulta ser negativa en mí, dejo de combatirla, dejo de atacarla, dejo de ocultarla, dejo de criticarla, dejo de discriminarla y dejo en fin de crucificarla diariamente?

Teniendo una actitud así, ¿no se convierte la disciplina en un mero artificio de la mente? optando por mirar de frente mi lado instintivo, ¿no se convierte la disciplina en un acto hipócrita, totalmente falso para conmigo y para con los demás? ¿No se convierte la disciplina en una dieta a base de cerrar los oídos a mi lado instintivo? Y por último, ¿Puedo cerrar los oídos a ciertos caracteres de mi lado instintivo sin caer en otros igualmente o más perniciosos aun que el que estoy desoyendo?

Finalmente puede hacerse esta pregunta. ¿Puede la DISCIPLINA mostrarme lo que verdaderamente soy? Y ¿Es la disciplina la obtención de ORDEN o la actitud externa de tapar el DESORDEN QUE EXISTE EN MI INTERIOR?

Nathan Elías Olivar